De una forma simplificada podríamos decir que el neurodesarrollo es
el aumento de tamaño y de peso del cerebro que sucede durante la
infancia y que permite sustentar las nuevas habilidades que el cerebro va
adquiriendo.
Es decir, desde el nacimiento y hasta la edad adulta, el cerebro
necesita crear nuevos circuitos para albergar nuevas funciones.
Caminar, hablar, controlar esfínteres, interpretar lo que percibimos,
planificar tareas, orientarnos en el espacio y el tiempo, hacer deducciones
lógicas, analizar la información compleja, recordar lo que
aprendemos y olvidar lo que no sirve, son capacidades que no tenemos en el
momento del nacimiento pero que vamos adquiriendo durante la infancia y la
adolescencia.
A lo largo de unos 20 años, el cerebro está
sometido a unos continuos y espectaculares cambios que suceden tanto en su
“macro estructura” (aumento de peso y volumen) como a nivel tisular (proporción
de los distintos tipos de células cerebrales, agua, circulación sanguínea,
etc.), celular (neuronas, glía y sus sinapsis), y subcelular (obtención y
gasto de energía, elaboración de proteínas, de neurotransmisores, hormonas,
crecimiento del aparato transportador intra y extra celular, etc.). Una vez
alcanzada la madurez, la edad adulta, los cambios
suceden con cada aprendizaje o vivencia nueva, pero ni mucho menos son tan
espectaculares. Sigue habiendo re estructuración, pero ya no hay aumento de
peso ni de volumen. En la madurez hay una “estabilidad cerebral” que la mayoría
no pierde hasta el declive de la ancianidad (cuando hay
pérdida de peso y volumen y vuelve a haber cambios tisulares, celulares y
subcelulares) o hasta la muerte.
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